martes, 10 de agosto de 2010
TIRATE UN FAROL
Mariano y yo apuramos la última copa de la noche. El puticlub a estas horas de la madrugada a penas tiene clientes, bueno, estamos nosotros dos, pero como si no lo fuéramos. Ya hemos consumido la carne fresca de la Sobiética y la metralla ya no está para tirar más petardos.
Uno tiene que ser consciente de su edad y saber que ya está bajo mínimos, y debe de esperar unos diítas para poder volver a la carga. Y el que diga lo contrario es que se está tirando un farol.
Como el que me acaba de relatar Mariano. Mira que presumir de que se ha ligado a Cifuentes, nada menos que Cifuentes, nuestra jefa de personal. Con lo buena que está la Jefa, y Mariano me acaba de confesar tras ocho güisquis que hace dos noches se la tiró, y encima en el apartamento de ella, vamos, como si fuera tan fácil ligarse a la jefa, y nada menos que ella sea la que te invite a su apartamento.
Si no hay más que mirarte Mariano, con esa calva, esos ojos de sapo, esa papada y esa barriga fofa de piel mortecina; esa lengua babosa y esa nariz gorda y enrojecida, ¿Qué tía va a querer ligar contigo, si no es previo pago? Y ni aún, que cuando vamos de putas como hoy, hasta ellas te dan largas y siempre te tienes que conformar con la más fea.
-Te lo juro, Paco, palabrita del niño Jesús, que me tiré a la Cifuentes. Bueno, rectifico, fue ella la que me ligó. El viernes pasado se me puso insinuante, como te lo digo, estaba yo haciendo unas fotocopias y ella se me pone a un lado, me sonríe, me enseña esa boquita de piñones, me habla, ¿entiendes?, ¡me habla!, no me ordena, ni me insulta, ni me dice lo que debo o no debo hacer..., y cómo, dónde y cuándo quiere esto o aquello, ¡no!, me habla de tú a tú, como dos colegas, como dos amigos, y me suelta un rollo de las cosas que le gusta y que no le gustan, y me roza el brazo y el muslo, y me pone una mano en el hombro, y siento sus pechos duros en mi brazo…, y a mí que comenzaron a darme los siete ataques, y sobre todo un calentón que intenté simular, porque claro, es la jefa, y yo no sabía en esos momentos si agarrarla por la cintura, pegarla a la fotocopiadora y meterle mano a ese par de tetas gordas, o pedir disculpas y salir de allí cuanto antes…, en esas me debatía cuando Cifuentes me propuso ir a su apartamento por la tarde, pues quería que yo le revisara unos expedientes que eran de suma importancia, que no tenía tiempo en la oficina para ello, y me necesitaba, ¿me oyes?, ¡me necesitaba! Y dijo estas últimas palabras la mar de despacito en mi oído. ¿Qué hubieses hecho tú en mi lugar?, pues asentir como yo hice y cagarme en mis muertos, porque de seguro si la cosa salía mal al día siguiente tendría en mi mesa el finiquito. Como te digo, hace dos tardes, me puse mis mejores galas, me afeité y me perfumé. Le llevé un ramo de flores, no de rosas rojas, no fuera que yo hubiese entendido mal el mensaje y me diera con la puerta en las narices, sin haberle si quiera catado el sabor de sus labios. Estaba yo hecho un flan cuando ella abrió la puerta. ¡No te lo vas a creer!, iba con una camiseta ajustadísima, que señalaban sus pezones tiesos y unos pantalones vaqueros cortitos, pero cortitos, zapatillas blancas y una coleta recogida con un lazo blanco…. Me regaló una sonrisa de las que quitan el sentido de todas las partes del cuerpo excepto la que tú ya sabes… Me llevó al salón, y sobre la mesa no había ni papeles, ni expedientes..., había una pequeña fuente de cristal llena de fresas con nata, una botella de güisqui y dos copas… Comimos, bebimos, reímos y bailamos lentos. Ella de pronto me besó, hurgó en mi boca, como buscando algo, y debió de hallarlo porque al instante metió mano a mi bragueta y ya no paramos de besarnos, mordernos y acariciarnos hasta las cinco de la mañana, que me despidió toda desmadejada y borracha… Lo demás ya lo sabes…
Yo sonrío, miro a mi amigo a la cara y digo:
-¡Anda, Mariano, tírate otro farol, que el de la jefa que se tira al subalterno está ya muy manido!
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