Esta es la Carta
con la que gané el primer premio en el IX certamen literario de cartas, “NerjaMujer”,
convocado por la Concejalía de Igualdad del Excmo. Ayuntamiento de Nerja.
Domingo, 12 de Febrero,
2012
Querida Andrea:
Te preguntarás
por qué te escribo esta carta, habiendo teléfono, facebook, twiter y correo
electrónico. Lo hago así porque siento que es más personal, más íntimo, y además,
¡qué puñetas!, me hace ilusión. Ya sabes que siempre me gustó escribir, pero
que con el tiempo dejé de hacerlo, como tantas otras cosas…
El otro día, cuando
fui a tu casa, me comentaste que ya
habías comenzado con la quimioterapia. Llevabas puesta una minifalda vaquera y
una camiseta celeste, además de una peluca pelirroja y rizada que hacía
resaltar tus bonitos ojos verdes. Estabas tan bella, tan llena de ánimo, tan ilusionada… Tus
palabras expresaban una fuerza interior, fe en la vida y una serenidad que me
emocionaron. Recuerdo especialmente que me dijiste que te había tenido que
pasar esta enfermedad para tener tiempo para ti, ¡todo el del mundo!, y lo
equivocada que estabas antes, que te
creías imprescindible y, que te has dado cuenta que la vida continúa aunque tú
te pares.
¡Me alegré tanto
al oírte decir que ibas a impartir clases de costura en el Centro Campo Amor en
cuanto terminaras las sesiones de quimio! Ya sabes que siempre te animé a que
lo hicieras, pues tenías el título desde que cumpliste los veinte años, y para
lo único que te había servido hasta ahora era para ocupar un espacio en la
pared. Y lo del pelo rojo, Andrea, siempre
quisiste ser pelirroja, soñabas con ello, pero nunca te atreviste a pintártelo
así, por temor al qué dirán, a llamar demasiado la atención… Siempre has sido
tan tímida y has estado tan pendiente de lo que pensaran de ti los demás… Pues
mira por dónde ahora estás realizando tu sueño, y ¡vaya si estás guapa…! Además,
fue muy hermoso eso que me dijiste de
que ahora aprovechabas cada minuto de la vida, y qué nadie debería de esperar a que le sucediera
algo terrible para hacerlo.
Andrea, te agradará saber que te estoy haciendo caso. Lo primero que he hecho esta mañana ha sido
ponerme frente al espejo del cuarto de baño y me he regalado el tiempo de
observarme, pero no para sacarme los puntitos negros, las nuevas arrugas en la cara y todas esas
cosas que nos llaman tanto la atención para criticarnos, no, me he mirado como
no lo hacía desde no sé cuándo, y me he
sonreído; me he abrazado y luego me he
dicho: “Alejandra, tú vales mucho, eres una buena madre, esposa e hija, un ser
especial y una excelente persona, y te mereces un tiempo para ti y para
realizar tus sueños”. No te lo vas a
creer, Andrea, pero al decir eso, se me ha erizado toda la piel; ha sido como
si me subiese una sacudida de electricidad desde la punta de los pies hasta la
coronilla. No te negaré que hasta he llorado, pero Andrea, ha sido maravilloso,
algo único y tan mío e íntimo que aún no me lo puedo creer. Tras eso me he metido en la bañera y me he dado tiempo para mimarme como si fuese
una niña pequeña. Nada de darme los
restregones esos que casi nos desollamos la piel de tan rápido que queremos hacerlo para
terminar pronto, no, esta mañana me he pasado la esponja con delicadeza. Imagínate
que hasta hoy me levantaba con el estrés
ya pegado a las sábanas y me peinaba dándome tirones y arrancándome los pelos,
pensando en cientos de cosas a la vez, con los ojos medio cerrados y con la
otra mano subiendo la cremallera del vestido de mi hija; y si alguna vez abría los ojos y me miraba por
unos segundos lo mejor que me decía era: “¡Por Dios qué pelos tan horribles
tengo y qué ojeras más feas!”
Desde hoy he
decidido quererme. He comprendido gracias a ti que para realizar mis sueños tengo que ser una
persona más paciente y más relajada. Ahondaré
dentro de mí para conocerme mejor, aprenderé a escuchar el silencio, a
respirar. Antes hacía yoga, meditación y escribía. ¿Cuándo y por qué dejé todo eso?
Disfrutaré más de las cosas cotidianas, como por
ejemplo hacer la comida (ya sabes que antes asistía a clases de cocina exótica y vegetariana) era algo que me
encantaba, y mira tú, que desde hace mucho tiempo me pongo de mal humor cuando
hago el almuerzo. ¿Cómo he terminado odiando algo con lo que yo disfrutaba?
Andrea, voy a
retomar las clases de cocina.
Como bien me dijiste, me preguntaré qué cosas me hacen
feliz y me llenaré de ellas. Alimentaré mi mente de pensamientos positivos. Tienes
toda la razón del mundo afirmando que cuantas más cosas buenas atraigamos, más
dicha experimentaremos.
Dejaré de creer que soy indispensable. ¿Cuándo me
convertí en una maniática de la limpieza? ¿Recuerdas que siempre tenía un tira
y afloja con mi madre por cómo tenía mi cuarto de descuidado? En adelante seré
menos ordenada.
Me crearé tiempo libre. Pasearé a solas, practicaré el
silencio en vez de quedarme viendo la pantalla de la televisión sin prestar ni
tan siquiera atención a lo que dicen por estar con la cabeza en siete mil
cosas, regañando por todo a mis hijos y recogiendo su desorden. Ellos ya son mayores y se las pueden arreglar
perfectamente sin mí.
No me pasaré el tiempo pensando en lo que haré dentro de
cinco días, una semana o al mes siguiente. Antes, ni tú ni yo hacíamos planes
para nada y cada día era una sorpresa y una alegría. Qué razón tienes cuando
afirmas que no hay nada peor que estar dándole vueltas a todo constantemente.
Andrea, tú y yo vamos a quedar el sábado que viene
para a ir al spa y hacer un circuito de
esos con masaje incluido, y si el masajista es un chico guapo, mejor que mejor.
Voy a retomar los talleres de escritura, la
lectura a la orilla del mar, recibir la brisa fresca y sentir cómo se me ponen
los vellos de punta, y me estremezco y respiro hondo, para llenarme de energía
positiva y sonreír al cielo azul, a las olas cambiantes, al sol brillante, ese
milagro, ese hermoso sueño, que no me va a reportar más que media hora de mi
vida. ¿Qué día dejé de hacer esas cosas para mí?, como ir los fines de semana al cine, al centro
cultural a ver un espectáculo, a alguna exposición, conferencia o tertulia
sobre las mujeres o la escritura… Tú sabes que eso antes era algo normal en mi vida,
sin embargo, un día, no sé cual, todo
cambió y me volví una autómata que no ha hecho otra cosa que trabajar en mi
negocio, trabajar en casa, cuidar de los demás y un largo etcétera, que ha
convertido mi vida actual en un vivir para los demás y nada para mí misma.
Ahora estoy sentada frente a la ventana de mi
comedor y, mientras te escribo esta carta, veo el atardecer en silencio
disfrutando del espectáculo y el milagro que
son la naturaleza y la vida; además, tengo un folio al lado donde he
escrito una lista con todos los sueños que voy a realizar, y que había
pospuesto desde que dejé de cuidarme yo, para cuidar a los demás.
Gracias Andrea.
Me diste una lección de vida el otro día, sobre todo al recordarme esa frase
que yo había escrito de jovencita en mi
olvidado diario: “No esperes a que llegue el día para realizar tus sueños,
adelántate tú a él, porque mañana puede ser demasiado tarde”.
Qué bello regalo de Navidad, muchas gracias Lucía.
ResponderEliminarFelicidades.
Piedra
Muchas a tí Miguel, por tu comentario y por leer mis escritos.
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