martes, 6 de abril de 2010

PALABRAS LIQUIDAS




Cuando Andros llegó a la orilla del mar egeo, al borde del azulado y brillante océano, se detuvo y lloró palabras líquidas.
Sí, lo había perdido todo. La batalla había terminado, y él cobarde, había huido ante la derrota. Debió matarse allí en el campo de batalla, luchando con el que más, como el guerrero, como el hombre, el joven y el niño que había sido instruido desde el día de su quinto cumpleaños que le fue regalada una daba, y tomó sus primeras clases de manos de Tesión, el que fue su maestro hasta los quince años, cuando comenzó su carrera militar y luego su ascensión hasta comandante de las tropas Helenas.
¿Por qué esta huida?, ¿por qué esta cobardía?¿en qué había cambiado? ¿qué hechizo , embrujo o maleficio le habían hecho para haberse comportado así?
Andros, se torturaba una y otra vez frente al mar que le escupía salivas blancas y le hacían sentir culpable, cobarde y sucio.
Las palabras líquidas recorrían sus mejillas, acaso ellas, esas palabras líquidas sabían los motivos de su huida, de su derrota, de su falta de honor en la batalla.
Andros, se despojó de todos sus aderezos, el escudo, la espada, el casco, el cinturón, hasta el taparrabos, y se quedó desnudo.
Invocó ayuda y clemencia a todos los dioses del Olimpo, y cuando estuvo preparado, se roció de aceites todo su cuerpo. Agarró una rama ardiendo. Y se encendió en llamas.
El fuego consumió sus últimas palabras líquidas.